XXI Domingo de tiempo ordinario
Primera lectura
Esto dice el Señor:
Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua. Vendrán para ver mi gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia;
a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria y anunciarán mi gloria a las naciones.
De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas –dice el Señor–.
Aceptad la corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a sus hijos?
Ningún castigo nos gusta cuando lo recibimos, sino que nos duele; pero después de pasar por él,
nos da como fruto una vida honrada y en paz.
–Señor, ¿serán pocos los que se salven?
Jesús les dijo:
–Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: «Señor, ábrenos» y él os replicará: «No sé quiénes sois.» Entonces comenzaréis a decir: «Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas.» Pero él os replicará: «No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados.»
Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios.
Mirad: hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos.