4/8/20
Ante algunos bulos peligrosos y desinformaciones que están difundiéndose por las redes sociales en los últimos tiempos, es conveniente aportar reflexiones medidas y razonadas, basadas en buenos argumentos científicos y que contribuyan a que todos nos hagamos una idea más clara y convincente de lo que tenemos o no tenemos que hacer ante la pandemia, especialmente en este momento en que el control sobre la misma que parecíamos tener se nos está viniendo abajo, con los brotes que están surgiendo.
Uno de los bulos es el de que el uso de la mascarilla es perjudicial. Es completamente falso. Sólo hay unas pocas situaciones en las que una mascarilla de tela o de tipo quirúrgica pueda perjudicar a la salud del que la lleva, y son los casos de enfermos respiratorios graves (los que necesitan suministro continuo de oxígeno y pocos más). Estos, precisamente, no suelen salir a la calle, principalmente, porque no pueden. Y los que sí pueden salir, con equipos de oxígeno portátiles, pues que no se expongan: salir sólo a las compras o a hacer el poco ejercicio que tengan prescrito, dando un paseo cerca de casa y sin meterse en locales cerrados.
Bien, la mascarilla no perjudica pero, ¿es realmente útil para contener la extensión del virus? La respuesta es, indiscutiblemente, sí. Y me explico: la mascarilla no elimina por completo que un infectado lance partículas al aire con el virus, pero reduce su número, su tamaño y la distancia a las que las envía. Es decir, reduce su infecciosidad. Porque una persona no se contagia por recibir algún virus, sino por inhalar una cierta cantidad de virus, que será diferente para cada persona, en función de su estado de salud o del estado de su sistema inmunitario. Por lo tanto, es importante, en el caso de que alguien sea contagioso, que difunda a su alrededor la menor cantidad de virus posible, pues así va a provocar menos contagiados entre las personas a las que se acerque.
Pero tan importante como evitar ese primer contagio es el hecho de que todos los que hubieran sido contagiados y han conseguido librarse ya no van a ser nuevos vectores de contagio a terceros, ni estos terceros van a contagiar a cuartos, etc. Por eso, aunque el uso de mascarilla es individual, la protección que nos proporciona como colectividad viene del hecho de que la usemos todos o casi todos. Es decir: si sólo yo la usase, casi fijo que acabaría por ser contagiado, antes o después. En esto es en lo que se basan los que afirman que la mascarilla no es eficaz. Pero si la usamos todos, la cantidad de contagiados al cabo del tiempo va a ser mucho menor. Por lo tanto, usando la mascarilla todos salvaremos vidas entre todos. Y ganaremos tiempo mientras esperamos por la vacuna.
Tenemos que revisar si nuestras reticencias ante el uso de la mascarilla no serán por dejadez, vagancia, rebeldía mal entendida ante las autoridades, simple ignorancia, o directamente, por insolidaridad. Pues, en efecto, usarla es engorroso, molesto por el calor, porque tira la goma en las orejas o porque no se puede hablar con comodidad. Pero ante el hecho de que puedo aportar mi grano de arena en la lucha contra este virus que tanto dolor y daño nos está causando a todos, creo que intentar escaparnos de usarla es, sencillamente, no entender o no querer entender la responsabilidad cívica que todos tenemos con todos.
Usar la mascarilla no es llevarla en la barbilla, colgando de la oreja o en el brazo: es usarla correctamente. Lo demás es, como dicen los chavales, postureo, y nada más.
Desgraciadamente, la protección total sólo es posible si no salimos de casa nadie. Por ello, cuando ha sido posible, se ha ido abriendo la actividad social en todos los ámbitos. Ello, evidentemente, incrementa el peligro de que surjan brotes, y en esas estamos. El virus no se ha ido, sigue con nosotros. Tenemos que seguir siendo prudentes. Un consejo general: pensar en todo momento lo que hacemos y lo que dejamos de hacer, y ser perezosos en reanudar toda la vida social que hacíamos antes. Es verdad que hay que generar consumo para que el comercio y la hostelería puedan sobrevivir, pero no tenemos por qué hacerlo de forma insegura. Y para ver a algún familiar o amigo no hace falta montar una reunión con 50 personas. Si necesitamos un cambio de aires, buscar una forma tranquila de hacerlo, que ya habrá tiempo de festivales y aglomeraciones multitudinarias cuando esto haya pasado
Otra reflexión, esta vez personal, que quiero compartir: el hecho de que las autoridades hayan dado normas a veces contradictorias nos obliga a hacer un esfuerzo por informarnos y generar un criterio propio bien fundamentado, no a tirar por la calle del medio e ignorar las normas que nos van proponiendo. Eso es una actitud infantil, que claramente se ve reflejada en las redes sociales, donde predominan casi siempre las voces de los más exaltados, o de los que pretenden manipular a la gente para que apoye o deje de apoyar a determinados partidos políticos. Por lo tanto, recomiendo seguir el criterio de los científicos, y no el de los influencers o de los cuñados vocingleros
Y por ello, cuando nos surja algún problema concreto en relación con la pandemia del coronavirus, nuestro interlocutor primero tiene que ser nuestro médico o nuestra enfermera del Centro de Salud. No es cierto que los Centros de Salud estén cerrados. Están activos y trabajando duramente. Lo que tenemos restringido es el acceso directo a ellos a nuestra voluntad. Hay una razón importante para que sea así: en esta coyuntura epidemiológica debe haber la menor cantidad de personas posible circulando por los centros sanitarios. Pero ello no significa que no se nos vaya a atender si lo necesitamos. Realmente, muchísimas de las consultas que solíamos hacer cara a cara se pueden resolver de forma telefónica, especialmente si nuestro médico o nuestra enfermera nos conocen. Y cuando no se pueden resolver de esta forma, ellos mismos dan cita presencial, casi siempre para el mismo día o el día siguiente. Las cosas urgentes se atienden en el momento, como siempre. Ahora bien, también en esto tenemos que intentar hacer un uso razonable de los servicios sanitarios, y dejar para más adelante las consultas por cosas de poca importancia, que llenan horas y horas del tiempo de los sanitarios, generando esperas para las cosas más graves. Y, por el contrario, una vez superada la fase grave de la pandemia, todos los enfermos crónicos deben ir solicitando retomar progresivamente las consultas para el control de esos problemas, no urgentes pero sí serios, que habían quedado un poco a la espera estos meses.
Para finalizar: evitemos los sitios concurridos, los sitios cerrados, los lugares donde no sea posible guardar las distancias. Dejemos la vida social todavía un poco a medio gas. Mantengámonos bien informados. Y hablemos con los adolescentes y jóvenes para que comprendan que sus acciones son trascendentes e importantes, y por tanto, sean respetuosos con las normas también en los espacios de ocio o de encuentro con sus amigos.
Y sobre todo, el mensaje principal: ante la más mínima sospecha de que pudiéramos haber sido contagiados, no podemos seguir con lo que teníamos previsto, sea trabajo u ocio: aislémonos antes de nada y pidamos instrucciones por teléfono.
Saúl Suárez, médico de familia. Miembro de la Parroquia de San Julián